Siglo XX

El Siglo 20, un período de grandes contrastes. Un desarrollo técnico y científico sin precedentes mejoró la calidad de vida de toda la humanidad. Sin embargo, estos avances no se vieron respaldados por los por los valores éticos: los intentos de una organización mundial pacífica estuvieron constantemente interrumpidos por sucesivas guerras, que incluyeron el terror de la devastación atómica.



En la primera década del siglo XX se produjo la democratización de una parte significativa del planeta y la formación de grandes imperios coloniales, junto con una expansión industrial que no había tenido antecedentes en la historia. Europa y, en cierta medida, Estados Unidos constituían el centro del mundo.

Expansión económica
Europa vivía en un clima de optimismo con respecto al futuro, que se combinaba con un profundo recelo entre las distintas naciones. En 1900, Europa producía 17 millones de toneladas de acero, que en su mayoría provenían del Reino Unido y de Alemania. Los barones del acero, como Krupp y Thyssen, en Alemania, o Carnegie, en Estados Unidos, constituían la aristocracia de la nueva burguesía industrial. Gran Bretaña, primera entre las potencias industriales, fabricaba más productos textiles y extraía más carbón que el conjunto de las naciones de Europa. Pese al empleo de la electricidad como fuente de energía, la hulla seguía alimentando miles de máquinas de vapor que movían fábricas, buques y trenes. La acelerada expansión de la industria pesada, el carbón, el hierro y el acero trajo aparejado un crecimiento sin precedentes del consumo. Los empresarios introducían en el mercado nuevos productos: automóviles, máquinas de escribir, teléfonos y fonógrafos. Como consecuencia de esto, creció la demanda de mano de obra y aumentaron los salarios. No obstante, el ingreso de los sectores populares siguió siendo bajo, sobre todo entre los trabajadores rurales, que superaban en número a los obreros.

La dinámica del crecimiento de la industria descansó sobre la ampliación del comercio internacional, que se triplicó entre 1860 y 1900. El centro del intercambio era Londres, que controlaba la mitad de los buques mercantes de la Tierra, además de ser por amplio margen el principal centro financiero, asegurador y de inversiones.

Colonias
Además de haber alcanzado un gran desarrollo industrial, al comenzar el siglo las potencias europeas poseían inmensas colonias que eran a la vez fuente de materias primas y mercados para sus manufacturas. A lo largo de los siglos XVIII y XIX Gran Bretaña, que contaba con la mayor flota de guerra del planeta, había ido ocupando territorios que le permitieron formar un imperio colonial de una extensión sin precedentes históricos. Holanda, Portugal y España también fueron imperios coloniales desde el siglo XV, y más tarde incorporaron colonias Alemania, Francia e Italia. Rusia dominaba un extenso bloque, continental, y la pequeña Dinamarca era dueña de la inmensa Groenlandia.

Zona de conflicto
Entre 1912 y 1913 la situación en los Balcanes se volvió crítica. Las naciones de esa península se habían ido independizando del Imperio Turco desde principios del siglo XIX. Pero los nuevos estados surgidos con este proceso eran pobres y atrasados. Sus aspiraciones de convertirse en naciones industriales similares a las de Europa Occidental chocaron contra obstáculos insalvables: carencia de capitales, ausencia de mano de obra especializada, atraso tecnológico y economías eminentemente campesinas. Debido a esto, las naciones balcánicas resolvieron apoderarse de los territorios que los turcos aún poseían en la península.

Primera Guerra Mundial
Entre 1914  1918 Europa se vio sacudida por una guerra que dejó millones de víctimas y que comprometió a países de todos los rincones del planeta.

Asesinato de Sarajevo
La guerra, para la cual se venían preparando las grandes potencias europeas, se desencadenó el 28 de junio de 1914, cuando el militante nacionalista bosnio Serkio Gavrilo Princip asesinó al archiduque Francisco Fernando, heredero del trono imperial austríaco, en su visita a Sarajevo. Austria culpó al reino de Serbia por el homicidio y le remitió un ultimátum, que fue respondido por el gobierno serbio de manera insuficiente, según las autoridades de Viena. En consecuencia, Austria-Hungría le declaró la guerra a Serbia, y el Imperio Ruso, que apoyaba a Serbia, realizó una movilización general de sus fuerzas. A su vez, el Imperio Alemán, aliado de los austrohúngaros, declaró la guerra a Rusia y a Francia. Por último, los británicos, que con Francia y Rusia formaban la Entente, declararon la guerra a Alemania. De esta manera quedaron dos bloques enfrentados: los Imperios Centrales, que comprendían a Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria, y la Entente, formada por Rusia, Francia y Gran Bretaña, a la que luego se sumaron Japón, Italia, Rumania, los Estados Unidos y otros países de América del Sur.

Frente Occidental
En Europa Occidental se libraron las batallas decisivas de la guerra, y sus principales protagonistas fueron los franceses, los británicos y los alemanes. En 1916 la Entente tomó la ofensiva. Las tropas anglofrancesas, que por primera vez usaron tanques en gran escala, atacaron a los alemanes en el frente del Somme, siguiendo un plan británico: el mariscal inglés Douglas Haig había proyectado adelantarse con sus blindados e infantería sobre las trincheras germanas para ocuparlas. Ambos bandos sufrieron pérdidas elevadísimas, pero finalmente el avance quedó paralizado.

A fines de 1917, los Estados Unidos declararon la guerra a los Imperios Centrales. A principios de 1918, Alemania y Austria se empeñaron en quebrar la resistencia de las fuerzas de la Entente. Las tropas anglofrancesas, con el apoyo de las estadounidenses, rechazaron el golpe e iniciaron una contraofensiva que obligó a los ejércitos Imperiales a rendirse en 1918.

Guerra en el mar
La guerra naval jugó un papel decisivo en el conflicto. Las potencias enfrentadas dependían de las materias primas y los alimentos que les llegaban por vía marítima, enviados por sus colonias y por otros países. Por esto, las potencias que controlaban los océanos poseían una ventaja crucial sobre sus adversarios.

Los países de la Entente contaban con un número de buques de guerra muy superior al de sus enemigos de los Imperios Centrales. El poderío de las grandes armadas del Reino Unido y de Francia hizo que los alemanes tuvieran que mantener sus navíos de combate a resguardo en los puertos germanos del mar del Norte.

Derrumbe de los Imperios Centrales
En septiembre de 1918, Alemania, Austria y Hungria reconocieron que la guerra estaba perdida. Hungría pidió la paz unilateralmente el 16 de octubre y rompió con Austria. En Alemania, el mariscal Erich von Ludendorff recomendó al káiser que aceptara un gobierno parlamentario para facilitar la firma de un armisticio. El 9 de noviembre, Guillermo II se refugió en Holanda y, ese mismo día, se proclamó la república de Weimar, cuyo primer jefe de gobierno fue Friedrich Ebert.

Totalitarismos
Los acuerdos alcanzados por los aliados en Versalles dejaron disconforme a Italia, y sumieron en la postración a la república democrática de Weimar. Esto alentó el surgimiento de dos movimientos de ideología totalitaria: el fascismo italiano y el nazismo alemán.

Fascismo italiano
Durante la Primera Guerra Mundial, de 1914 a 1918, los italianos resolvieron apoyar a la Entente contra los Imperios Centrales a cambio de una serie de promesas que Gran Bretaña y Francia cumplieron a medias. La debilidad del gobierno de Roma en el marco internacional alentó el surgimiento de un amplio movimiento ultranacionalista, xenófobo y expansionista, que encontró su expresión más radicalizada en un pequeño partido dirigido por Benito Mussolini e integrado, fundamentalmente, por ex veteranos de guerra. En 1921 Mussolini fundó el Partido Fascista, nombre derivado de las fasces, símbolo que usaban los encargados de hacer ejecutar la ley en la Roma Antigua. Influenciado por un poderoso grupo de dirigentes conservadores, en octubre de 1922 el rey Victor Manuel III nombró primer ministro a Mussolini. Ese mismo año, el prestigio del líder fascista creció con la Marcha sobre Roma. A partir de ese momento Mussolini se convirtió en jefe de gobierno. En 1937 se alineó definitivamente con Alemania al firmar el Pacto contra la Komintern, mediante el cual se comprometían a luchar contra la Tercera Internacional Comunista.

Alemania Nazi
En 1919 Adolf Hitler, un ex cabo del ejército austríaco, se unió en Munich a un movimiento ultranacionalista y populista. Con un pequeño grupo de allegados intentó levantarse en 1923 contra el gobierno constitucional, pero su tentativa golpista fue reprimida y el político fue apresado. Desde la cárcel escribió Mi Lucha, donde expresó sus ideas sobre una conspiración mundial contra la raza aria, cuyos principales destinatarios serían los alemanes. Los promotores de esa conjura eran, para Hitler, los comunistas, los burgueses, la socialdemocracia y el pueblo judío.

Los años de la preguerra
La Unión Soviética creció de manera inusitada y se transformó en una potencia industrial. Por su parte, los regímenes totalitarios de derecha, surgidos en Alemania e Italia, iniciaron una política de expansión territorial y de rearme militar. En España comenzó la Guerra Civil, que sirvió a los países europeos que intervinieron a favor del bando republicano o del franquista para comparar el poder de los arsenales que estaban acumulando.

Crisis de 1929
Las causas de la Gran Depresión que afectaron a la mayor parte de los países a partir de 1929 se remontan a la próspera década de 1920. Después de la Primera Guerra Mundial las naciones capitalistas iniciaron una etapa de expansión económica. Estados Unidos fue el país donde este proceso alcanzó su expresión más acabada. Pero el crecimiento ocultaba la debilidad de ciertos aspectos del cuadro económico mundial. El comercio de preguerra, que había tenido como pilares el patrón oro y la libre convertibilidad del papel moneda en el metal, no pudo ser restablecido en la década de 1920. Por otra parte, las economías de Alemania, Rusia y Gran Bretaña, tres de los grandes protagonistas del intercambio mundial antes de 1914, atravesaban dificultades derivadas de la Primera Guerra Mundial.

El 29 de octubre de 1929, en un día de oferta frenética en la Bolsa de Nueva York, se produjo el derrumbe de Wall Street, donde se vendieron 16 millones de papeles con una pérdida de 10 000 millones de dólares para los operadores y ahorristas. Al mismo tiempo, el gobierno de Washington puso en práctica una política proteccionista implementada a través del aumento de los aranceles aduaneros, criterio que fue sustentado por otras naciones. El comercio internacional en 1932 alcanzó apenas un tercio del volumen al que había llegado en 1929. Las consecuencias más graves del derrumbe fueron el paro de la producción y el aumento del desempleo.

Segunda Guerra Mundial
La Segunda Guerra Mundial, que comenzó en septiembre de 1939, fue el conflicto bélico más destructivo de la historia librado tanto contra militares como contra civiles. La movilización de recursos nacionales alcanzó niveles sin precedentes. Si bien gran cantidad de países se vieron involucrados en el conflicto, los dos bandos enfrentados estaban formados básicamente por la Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y luego Estados Unidos (Aliados), y Alemania, Italia y Japón (potencias del Eje).

Guerra relámpago
El 1 de septiembre de 1939 los alemanes tomaron la ciudad polaca de Danzig (actual Gdansk). Había comenzado en pocas horas la Segunda Guerra Mundial. Las fuerzas germanas, que superaban abrumadoramente a las de Polonia en número y potencia, ocuparon el resto del país en menos de un mes.

Hitler temía que los británicos ocuparan la Península Escandinava con el fin de amenazar el flanco norte de Alemania. Para evitarlo conquistó Dinamarca en abril y Noruega en junio de 1940. En seis semanas, los alemanes se apoderaron de Bélgica, Holanda y Luxemburgo. El 10 de junio obligaron a los franceses a capitular. Italia, alentada por el éxito de esta guerra relámpago, declaró en ese mismo mes la guerra a Francia y a Gran Bretaña.

Hitler comenzó a planear la operación León Marino, cuyo objetivo era ocupar Gran Bretaña, cuyo objetivo era ocupar Gran Bretaña. El paso inicial era destruir la Real Fuerza Aérea inglesa. En la batalla de Inglaterra, sin embargo, la Luftwaffe, fuerza aérea germana, fue derrotada. Tras este revés, Hitler decidió dedicar el esfuerzo bélico a un tanque en gran escala contra la Unión Soviética.

Guerra en el este
El 23 de junio de 1941, los alemanes entraron al territorio soviético. La ofensiva tomó por sorpresa a Stalin, cuyo ejército, aunque muy numeroso, estaba equipado con armamento de inferiores condiciones, por lo que fue obligado a retirarse hasta Moscú. En la capital rusa, el joven general Grigori Zhukov organizó una eficaz defensa que permitió a los soviéticos detener la embestida alemana. En 1942, Hitler decidió concentrar todo el peso de sus fuerzas en un ataque contra el sur de la Unión Soviética, decidido a apoderarse de las riquezas de Ucrania y del petróleo del Cáucaso. Los soviéticos se retiraron hasta el Volga y la ciudad de Stalingrado. En este lugar el Ejército Rojo se defendió vigorosamente, concluyendo con la derrota y prisión de un ejército alemán completo.

Guerra en el Pacífico
A fines de 1941 una flota aeronaval japonesa atacó con éxito la base de la armada norteamericana en Pearl Harbor, Hawai. Con esto Japón inició una ofensiva que le permitió ocupar la mayor parte de las posesiones estadounidenses y británicas en Asia. Los japoneses decidieron coronar su victoria asestando un golpe decisivo contra los buques de guerra estadounidenses que habían logrado escapar de Pearl Harbor. Aunque inferiores en número, los estadounidenses lograron tomar por sorpresa a los japoneses mediante los devastadores ataques de su aviación naval. Tras esta victoria Estados Unidos tomó la delantera en la guerra, y con el aporte de la industria bélica consiguió rearmar sus fuerzas en el Pacífico y retomar uno a uno los territorios que les habían arrebatado a ellos y a sus aliados. En agosto de 1945 el presidente norteamericano Harry Truman ordenó el bombardeo atómico sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. El 15 de ese mes, Japón se rindió.

Derrota Alemana
En julio de 1943 los Aliados cruzaron el Mediterráneo y ocuparon Sicilia. A principios de septiembre entraron a Italia continental, y en ese mismo mes el gobierno de Roma aceptó capitular. Los alemanes siguieron combatiendo en la península pero fueron retrocediendo. El 6 de junio de 1944, las fuerzas aliadas concentradas en Gran Bretaña el Canal de la Mancha y desembarcaron en Normandía. Esta operación, denominada Día D, fue un éxito: en agosto las tropas aliadas liberaron París e invadieron Alemania, que se rindió a principios de mayo. Los soviéticos entraron en Berlín el 30 de abril de 1945, y Adolf Hitler se suicidó en su búnker.

De 1945 a la década de los 60
Al concluir la segunda Guerra Mundial se registró un intento de las potencias aliadas por ordenar la comunidad internacional con el objetivo de evitar nuevos conflictos bélicos.

Naciones Unidas
En 1945 se reunieron en San Francisco, con el fin de crear una organización mundial destinada a preservar la paz internacional, las naciones vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, junto con otras que fueron invitadas a sumarse. El 26 de junio de ese mismo año se firmó la Carta de la Organización de las Naciones Unidas. En este documento se estableció que la instancia máxima de poder de la ONU sería la Asamblea General, en la que estarían representados todos los estados miembros, sin que se establecieran diferencias por motivos de riqueza o poderío. Debido a que la Asamblea no sesionaría en forma permanente, se creaba el Consejo de Seguridad, organismo que debía intervenir en los conflictos urgentes.

Superpotencias y Guerra Fría
Derrotadas las potencias del Eje, no tardó en resurgir el enfrentamiento entre el Occidente capitalista y la Unión Soviética. Las zonas de influencia de las superpotencias resultaron delimitadas por el territorio que habían ocupado sus respectivos ejércitos al avanzar contra los alemanes. Europa Occidental quedó en el área controlada por las fuerzas anglonorteamericanas, mientras el este europeo pasó a formar parte del área donde prevalecían los soviéticos. En el caso de Alemania los líderes aliados habían resuelto dividir el país en cuatro regiones. En 1947, Gran Bretaña y Estados Unidos establecieron una zona unificada, que concibieron como la base de un futuro Estado Germano. Como respuesta a esta decisión y a la de reformar la economía alemana, entre junio de 1948 y mayo de 1949 la Unión Soviética bloqueó Berlín. Occidente convirtió su zona de ocupación en la República Federal de Alemania. En tanto que, en octubre, el área soviética pasó a ser la República Democrática de Alemania.

Décadas de 1970 y 1980
Entre estas décadas, el orden mundial establecido a partir de la Segunda Guerra Mundial experimentó un gran cambio por el que Estados Unidos y la Unión Soviética dejaron de ser los dos centros enfrentados del mundo. Los rasgos distintivos de este lapso fueron la conversión de China en una superpotencia, el comienzo de las transformaciones que llevarían a la disgregación de la Unión Soviética, la intensificación del proceso de desarme nuclear y la consolidación de un bloque económico en Europa. Éste es también el período de auge y de represión de las guerrillas rural y urbana. A fines de los 70, con la revolución contra el sha de Irán, se inició un período de ascenso de los movimientos radicales islámicos y la confrontación de éstos con Occidente.
Las ideologías neoliberales y socialdemócratas se enfrentaron en el mundo desarrollado. En los Estados Unidos y Gran Bretaña, Ronald Reagan y Margaret Thatcher impusieron una combinación de conservadurismo y políticas económicas de mercado.

Paz en Vietnam y China como superpotencia
En 1972 el presidente estadounidense, Richard Nixon, por consejo de su secretario de Estado, Henry Kissinger, comenzó un movimiento de aproximación a China, maniobra con la que se proponía poner en dificultades a la Unión Soviética. La iniciativa fue bien recibida por el gobierno de Pekín, que desde la década de 1960 se había enemistado con la Unión Soviética. En 1973, Nixon decidió poner fin al conflicto de Vietnam, ante la creciente oposición interna a la guerra. Estados Unidos emprendió una retirada gradual de sus fuerzas, y el 27 de enero de 1973 Estados Unidos, Vietnam del Norte, Vietnam del Sur y el Vietcong firmaron en París un acuerdo de cese de fuego.

Cambios en la Unión Soviética
Desde fines de la década de los 60, la Unión Soviética inició un período de endurecimiento. El secretario general del Partido Comunista, Leonid Brezhnev, impulsó una doctrina política que llevó su nombre, basada en el derecho del Pacto de Varsovia, brazo militar del bloque socialista, para sofocar cualquier intento de desviación surgido en los países que integraban la alianza. A la muerte de Brezhnev, en 1982, los sucesores inmediatos, Konstantin Chernenko y Yuri Andropov, mantuvieron, en líneas generales, la política concebida por su predecesor.

En marzo de 1985, Mijail Gorbachov fue designado secretario general del Partido Comunista. Su ascenso al poder provocó una transformación radical de la Unión Soviética, promovida a través de la perestroika y la glasnost. La perestroika consistió en la introducción de políticas de mercado destinadas a aumentar el desarrollo económico. Los directivos de las grandes plantas fabriles de la URSS fueron considerados responsables por la gestión de éstas, y la burocracia estatal dejó de ser eje en la toma de decisiones. Los glasnost, por su parte, trajo como consecuencia una progresiva abolición de la censura de prensa. En materia de política exterior, Gorbachov retiró las tropas soviéticas que Brezhnev había enviado a Afganistán en 1979 con el fin de apoyar el régimen socialista de ese país en su lucha contra la guerrilla islámica. Además, firmó un conjunto de acuerdos referidos a armas nucleares con los Estados Unidos.

Década de los 90
La desintegración de la Unión Soviética en 1991 produjo un cambio en las relaciones internacionales, que definió una transformación, por la socialdemocracia o por el capitalismo, de todos los países que formaron parte del Pacto de Varsovia. Atrás habían quedado los tiempos de bipolaridad. Estados Unidos pasó a ser la única superpotencia y ejerció su supremacía con respecto al resto de los países. La manifestación más notoria fue la Guerra del Golfo, donde una amplia coalición encabezada por Estados Unidos derrotó al poderoso ejército de Irak. Washington ejerció, además, un rol de mediador global y, en este sentido, fue el promotor del proceso de paz en Medio Oriente. Paradójicamente, surgió un acentuado nacionalismo que favoreció la xenofobia e hizo estallar guerras en diversos puntos del planeta, como en el caso de Yugoslavia.

Desmembramiento de la URSS
La desaparición de la URSS fue precedida y acompañada por la caída de los gobiernos comunistas del bloque socialista. En agosto de 1989, Polonia integró su primer gobierno no comunista. En Checoslovaquia, una ola de manifestaciones opositoras obligaron a renunciar al gobierno prosoviético en noviembre de ese año. En la Alemania Democrática, se mismo mes, cayó el régimen de Erich Honecker y miles de manifestantes derrumbaron el Muro de Berlín. El presidente rumano Nicolae Ceaucescu resistió los cambios, que culminaron con una revolución nacional y con su fusilamiento en 1989. En octubre de ese mismo año el Parlamento húngaro disolvió el Partido comunista. En enero del año siguiente, Bulgaria procedió en igual sentido. El 19 de agosto de 1991, mientras un grupo de militares detenía al presidente Mijail Gorbachov en su dacha (casa de fin de semana) de Crimea, un importante sector de de las fuerzas armadas y de la KGB (policía) se levantó contra el presidente soviético. Los golpistas resultaron vencidos, pero el episodio significó la extinción del orden existente. Las repúblicas no rusas se fueron declarando independientes. El 29 de agosto, el Parlamento resolvió suspender las actividades del Partido Comunista. La URSS dejó de existir oficialmente el 26 de diciembre de 1991.

Medio Oriente
El 14 de mayo de 1948 se creó en esa región el Estado de Israel. Apenas se proclamó la independencia israelí, se produjo el primer conflicto bélico entre los ejércitos de Egipto, Siria, Jordánia, Líbano, Irak y Arabia Saudita y el Estado de Israel, que salió vencedor.

Posteriormente, los israelíes, tras sufrir varios ataques terroristas, invadieron el desierto del Sinaí, en Egipto, el 29 de octubre de 1956. Desde su creación, la historia de este país se encuentra atravesada por conflictos limítrofes. El 5 de junio de 1967 la Guerra de los Seis Días culminó con una aplastante victoria israelí. En octubre de de 1973, mientras los judíos celebraban el Yom Kippur, su principal festividad religiosa, fueron atacados por Egipto y Siria; el conflicto finalizó ese mismo mes sin un resultado favorable para ninguno de los dos bandos. La atmósfera bélica persistió en la región.


Edad Contemporánea

La Edad Contemporánea comenzó con la Revolución Francesa, en 1789. A partir de esta época, nuevos principios regularon la vida política y económica de los pueblos, tanto en Europa como en América. En ambos continentes el surgimiento de las repúblicas y el avance de la técnica dominarían el escenario de la sociedad.


Revolución francesa
En 1715 falleció Luis XIV y lo sucedió en el trono su bisnieto Luis XV, quien tenía cinco años, motivo por el cual quedó en manos de un Consejo de Regencia presidido por Felipe de Orleans. Sólo a partir de los 15 años, Luis XV comenzó a dirigir personalmente el destino de su nación. El país intervino en la Guerra de Sucesión de Polonia, en la de Sucesión de Austria y en la de los Siete Años, contra Prusia y Gran Bretaña. La situación financiera de Francia se agravaba aceleradamente por los gastos que generaban las guerras y la vida suntuosa de la Corte. A su muerte en 1774, Luis XV fue sucedido por Luis XVI, su nieto. Éste se casó con la archiduquesa de Austria, María Antonieta, quien contribuyó con su vida licensiosa a la decadencia del reino. Francia pasaba por su pero momento económico. Su intervención en la guerra por la independencia de los Estados Unidos de América, las malas cosechas y el peso de los impuestos sobre todos los habitantes precipitaron los acontecimientos que generarían la Revolución. Ante la imposibilidad de implantar reformas, Luis XVI convocó a los Estado Generales, integrados por los tres grandes estamentos sociales: el clero, la nobleza y la burguesía. En su discurso el rey no respondió a los intereses de los convocados. En consecuencia, la burguesía se alió con un sector de la Iglesia y se reunieron en Asamblea General. El 9 de julio le dieron el nombre de Constituyente y ordenaron la redacción de una Constitución.

Sucesos de la Revolución
Con el objeto de mostrar su descontento y rebelarse contra los privilegios, el despilfarro y el desgobierno que caracterizaban el mandato de Luis XVI, el 14 de julio de 1789 el pueblo francés tomó La Bastilla (fuerte real que funcionaba como cárcel), símbolo de la monarquía absoluta. Con este acto se inició la revolución Francesa. Un mes más tarde se abolieron los privilegios señoriales y el 27 de agosto se proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. De este modo quedaron establecidos los fines de la Revolución: en el orden político, desapareció la idea de monarquía absoluta, que fue reemplazada por la de monarquía constitucional; en el ámbito social, la igualdad ante la ley reglamentó la convivencia de todos los hombres; y, en el plano económico, la abolición de los privilegios de la Corte permitió una distribución más justa de la riqueza.

Derechos del hombre y del ciudadano
La Asamblea comenzó la redacción de los derechos del hombre considerando la convivencia en sociedad y el bienestar de todos. Los tres principios básicos establecidos en la Declaración fueron los de libertad, igualdad y justicia. También se instituyeron los derechos a la seguridad y resistencia a la opresión, como facultades naturales e imprescindibles del hombre, y quedó establecida la libertad de comunicación oral, escrita o de prensa y su reglamentación por las leyes respectivas, así como la libertad religiosa.

Caída de Luis XVI y la República
En septiembre de 1791, la Asamblea instauró por medio de la Constitución el régimen de monarquía parlamentaria. De este modo apareció la división de poderes en la organización del Estado: el Ejecutivo, a cargo del rey, el Legislativo, constituido por una Asamblea, y el Judicial, a cargo de magistrados. Los revolucionarios sospecharon que el monarca tramaba traicionarlos. Lo enjuiciaron y condenaron a muerte. El 21 de enero de 1793 Luis XVI fue guillotinado en la Plaza de la Revolución y días después corrió la misma suerte su esposa.

La Convención que sustituyó a la Asamblea Legislativa el 21 de septiembre de 1792 estuvo dividida en tres partidos: la derecha, representada por los girondinos, la izquierda, dominada por los jacobinos, y el centro, conocido también con los nombres de llanura o pantano, que constituía la mayoría.

Las disputas internas terminaron con la caída de los girondinos y el monopolio del poder en manos de los jacobinos, cuyas figuras más destacadas fueron Marat y Robespierre.

Napoleón Bonaparte
Una de las figuras más discutidas de la historia moderna es, sin duda, Napoleón Bonaparte. Nombrado general a los 24 años y emperador a los 35, fue para muchos uno de los estrategias más grandes de la historia.

Francia y las conquistas
En 1792, Francia anexó Bélgica y parte de la actual Alemania. Para detener el avance francés, en 1793, Gran Bretaña formó la Primera Coalición, en la que intervinieron, además, España, Portugal, los Estados Alemanes, Holanda, Austria, Prusia, Nápoles y Cerdeña. El ataque conjunto dejó a Francia en situación de peligro su gobierno movilizó a toda la nación y reclutó para sus ejércitos 700 000 hombres. Entre 1793 y 1794 Francia logró la incorporación de Holanda como república aliada, recuperó Bélgica, territorio perdido en 1793 ante la Coalición, y ocupó Tolón, ciudad francesa que habían tomado británicos y españoles. En este hecho tuvo participación Napoleón Bonaparte, y este triunfo le valió el ascenso a general. Los integrantes de la Coalición firmaron la paz por separado: Holanda, mediante el Pacto de La Haya, y Prusia, varios Estados Alemanes y España, por el Tratado de Basilea, en 1795.

Directorio y el Consulado
Debido a una inadecuada política frente al resto de Europa se formó la Segunda Coalición, constituida por Rusia, Turquía, Austria, Nápoles y Gran Bretaña. En esta etapa Napoleón Bonaparte se presentó como la figura ideal para recuperar los principios de la Revolución. Con su apoyo se derrocó al Directorio y se constituyó un gobierno provisorio formado por el mismo Napoleón, Sieyés y Ducos, hasta que se organizó definitivamente el Consulado, integrado por tres miembros: Napoleón, Cambaceres y Lebrún. Durante este gobierno, el primer cónsul, cargo que ocupó Napoleón, tenía el poder casi absoluto, y los otros dos actuaban como consultivos.

Napoleón en el escenario militar
Francia tenía enemigos en varios frentes: Austria, Gran Bretaña, Cerdeña y los Estados Italianos. La misión de Napoleón era avanzar sobre Italia. La ocupación de Piamonte y Milán, le rendición de Mantua y su poder sobre Lombardía lo llevaron al dominio de todo el norte italiano. El paso siguiente fue Viena. Cerca de la ciudad, Francisco II, el emperador de Austria, le envió delegados para firmar el acuerdo de paz, que se realizó el 17 de octubre de 1797 con el nombre de Tratado de Campo Formio. Gran Bretaña persistía en su lucha contra Francia, y el Directorio consideró importante invadir las islas. Napoleón optó, en cambio, por atacar a los británicos a través de sus posesiones en Egipto. La flota británica atacó a la armada francesa en Abukir. Napoleón se vio obligado a replegar sus tropas en Egipto, mientras él volvía a Francia. Apenas asumió como cónsul, debió luchar contra la Segunda Coalición.

Después de victoriosos enfrentamientos firmó tratados de paz con Austria y Gran Bretaña. El 2 de agosto de 1802 el Senado lo nombró cónsul vitalicio con el derecho a nombrar sucesor. Dos años más tarde, le otorgó el título de emperador de los franceses.

Imperio Napoleónico
El Imperio tuvo una duración de 10 años, en los cuales Napoleón ejerció el poder absoluto. Durante este período debió enfrentar cuatro coaliciones más. La Tercera estuvo constituida por Gran Bretaña, Austria y Prusia.

El ejército napoleónico triunfó sobre los austríacos en la batalla de Ulm y sobre éstos y los rusos en la batalla de Austerlitz, por lo cual Francisco II, emperador de Austria, firmó la paz mediante el Tratado de Presburgo. Napoleón puso a sus hermanos al frente de los territorios conquistados. España nunca se resignó a la invasión francesa y participó de la Quinta Coalición con Austria y Gran Bretaña. Napoleón venció en julio a los austríacos en la batalla de Wagram, firmó la paz de Viena y llegó a Moscú, donde fue detenido por el crudo invierno ruso, que hizo estragos entre sus hombres.

Fue derrotado en Leipzig en 1813 y en 1815 en Waterloo. Allí fue prisionero de los británicos, que lo confinaron a la isla de Santa Elena, donde permaneció hasta su muerte en 1821.

Movimiento emancipador americano
En la segunda mitad del siglo XIX los europeos luchaban por la abolición de las monarquías y la instauración de repúblicas con autoridades elegidas por el pueblo. Simultáneamente, en América, la población de las colonias estaba preparada para independizarse de sus conquistadores, elegir sus propios gobiernos y organizar sus instituciones políticas. En cada colonia, la gesta emancipadora tuvo características propias por su geografía y su idiosincrasia.

Antecedentes
La independencia de los Estados Unidos es considerada el antecedente inmediato que entusiasmó a los patriotas sudamericanos con deseos de emancipación. La guerra iniciada por los colonos culminó con la capitulación de los británicos en Yorktown, el 19 de octubre de 1781. El día de la independencia fue el 4 de julio de 1776, porque en ese día el Congreso de Filadelfia había aprobado la Declaración de Principios redactada por Thomas Jefferson.

En 1780, y muy lejos de allí, José Gabriel Condorcanqui, un descendiente de los incas, que había adoptado el nombre de Túpac Amaru, encabezó una sublevación en el sudoeste del Perú que alcanzó amplias repercusiones en los territorios que actualmente ocupan Colombia, Bolivia, Ecuador, Chile y parte de la Argentina. Los revolucionarios, que no estaban preparados militarmente, fueron derrotados en el Cusco por tropas enviadas desde Lima. Túpac Amaru fue atado a cuatro caballos, descuartizado, y su figura se convirtió en un emblema de los movimientos por la independencia sudamericana. Por otra parte, los habitantes del Virreinato del Nuevo Reino (hoy Colombia) habían sufrido un aumento de impuestos que los impulsó a un levantamiento. Este fue encabezado por los comuneros de la zona del Socorro, ubicada en el centro-norte colombiano, en la actual provincia de Santander, en 1779, y constituyó la primera manifestación emancipadora de esa región, pero fue reprimido.

Los movimientos independentistas habían comenzado en 1661 hacia el sur, en el actual territorio de Bolivia. A partir de 1776 las sublevaciones nacionalistas se hicieron más frecuentes, cuando la Audiencia de Charcas fue anexada al Virreinato del Río de la Plata. El principal levantamiento fue encabezado en 1780 -en coincidencia con la rebelión de Túpac Amaru en Perú- por Tomás Catari, y siguieron los de las ciudades de Charcas, Oruro, Cochabamba y La Paz. A pesar de ser derrotados por las fuerzas españolas, estos levantamientos sentaron un importante antecedente en la lucha por la independencia.

Independencias americanas
En Buenos Aires, el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 precipitó la Revolución de Mayo y la instauración de la Primera Junta de Gobierno. Estos acontecimientos desembocaron en la independencia del Paraguay. En la actual República Argentina, los acontecimientos de Mayo condujeron a la Declaración de la Independencia en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1816. Una situación diferente se planteó en la República Oriental del Uruguay. Tras años de combates y alianzas, un grupo de patriotas encabezados por Juan Antonio Lavalleja declaró la independencia del país, el 25 de agosto de 1825. En 1815 Brasil fue unido al reino de Portugal hasta que el regente Pedro declaró la independencia el 7 de septiembre de 1822. Bolivia se independizó en Chuquisaca el 6 de agosto de 1825.

San Martín y Bolivar
Los principales protagonistas de las luchas emancipadoras fueron el argentino José de San Martín y el venezolano Simón Bolívar. Ambos trabajaron de común acuerdo y pactaron en Guayaquil, el 26 de julio de 1822, la protección de los países americanos.

Siglo XIX en Europa
A lo largo del siglo XIX dos situaciones produjeron en Europa una profunda transformación social, económica y cultural: la Revolución Industrial y las luchas revolucionarias antimonárquicas.

Revolución Industrial
Los descubrimientos científicos de los siglos XVII y XIX y su contribución al desarrollo de la técnica constituyeron las bases de los que los historiadores denominaron Revolución Industrial. Ésta puede dividirse en dos etapas. En la primera de las etapas se destaca como elemento fundamental la máquina de vapor, que, perfeccionada en 1769 por el ingeniero escocés James Watt, permitió al inglés Cartwright, en 1785, y al francés Jacquard, en 1801, desarrollar y perfeccionar el telar mecánico. Estos avances se tradujeron en una transformación sustancial de la economía y de la sociedad que tuvo su centro en Gran Bretaña. En 1803, el estadounidense Fulton construyó el primer buque de vapor, y en 1814 el británico Stephenson ideó la primera locomotora impulsada por una máquina similar a la de Watt. El desarrollo de estos medios de transporte agilizó el traslado de los nuevos productos a mercados más distantes. Al mismo tiempo, facilitó la llegada de las materias primas que eran necesarias para la industria. El algodón, por ejemplo, se importó en Egipto y de la India. El ejemplo de Gran Bretaña pronto fue seguido por otras naciones de Europa y América, entre las que se destacaron Francia, Prusia y los Estados Unidos.

La segunda fase de la Revolución Industrial estuvo relacionada con el procedimiento de producción de acero por inyección de aire, concebido en 1856 por el inglés Henry Bessemer, y con los avances logrados en el control y la aplicación de la energía eléctrica. Las transformaciones técnicas e industriales produjeron una serie de efectos, como una mayor acumulación de capital, el surgimiento del salario como modo dominante de la retribución del trabajo, el incremento de las desigualdades en la distribución del ingreso y una mayor expansión del consumo y del comercio internacional. En materia social, la Revolución Industrial provocó una intensa corriente migratoria del campesinado a las ciudades, con el objetivo de obtener salarios fijos pagados por los industriales. La aspiración de obtener mejores remuneraciones, más acordes con las necesidades, y condiciones más justas de trabajo derivó en movimientos de protesta y huelgas. Condujeron, además, la formación de partidos políticos y organizaciones sindicales que defendieron la causa de los obreros.

Ideal nacionalista
A mediados del siglo XIX surgieron en Europa las ideas nacionalistas, a la vez que se hicieron manifiestas las luchas por el desarrollo de las democracias. Por este motivo estallaron revoluciones con ideales de libertad. Entre ellas cabe mencionar la revolución de 1848 en Francia, contra el monarca Luis Felipe I, y los procesos de unificación vividos por Italia y Alemania.

Los principios nacionalistas fueron apoyados por los intelectuales. La persecución de los monarcas que gobernaban los estados italianos obligó a los ideólogos a agruparse en sociedades secretas. Todos estos revolucionarios apoyaban al único reino que tenía un régimen constitucional: el de Cerdeña y Piamonte. En 1852 el rey de Cerdeña, Victor Manuel II, confió el cargo de jefe de gobierno a Camilo Benso, conde de Cavour, auténtico artífice de la unidad italiana. Con el apoyo de Francia, las tropas sardas vencieron a los austriacos en 1859. En la misma época los territorios alemanes vivían experiencias similares. Desde 1815, tras la caída de Napoleón, el Congreso reunido en Viena para restaurar las viejas monarquías absolutistas integró a los alemanes a la Confederación del Rin, encabezada por el Imperio Austro-Húngaro, Prusia se convirtió en impulsora del nacionalismo alemán en el Imperio. Cuando Guillermo I fue coronado rey de Prusia, en 1861, resolvió formar un poderoso ejército. Guillermo convocó al príncipe Otto von Bismarck para que fuera jefe de gobierno. Bismarck unificó el país.

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