Edad Contemporánea

La Edad Contemporánea comenzó con la Revolución Francesa, en 1789. A partir de esta época, nuevos principios regularon la vida política y económica de los pueblos, tanto en Europa como en América. En ambos continentes el surgimiento de las repúblicas y el avance de la técnica dominarían el escenario de la sociedad.


Revolución francesa
En 1715 falleció Luis XIV y lo sucedió en el trono su bisnieto Luis XV, quien tenía cinco años, motivo por el cual quedó en manos de un Consejo de Regencia presidido por Felipe de Orleans. Sólo a partir de los 15 años, Luis XV comenzó a dirigir personalmente el destino de su nación. El país intervino en la Guerra de Sucesión de Polonia, en la de Sucesión de Austria y en la de los Siete Años, contra Prusia y Gran Bretaña. La situación financiera de Francia se agravaba aceleradamente por los gastos que generaban las guerras y la vida suntuosa de la Corte. A su muerte en 1774, Luis XV fue sucedido por Luis XVI, su nieto. Éste se casó con la archiduquesa de Austria, María Antonieta, quien contribuyó con su vida licensiosa a la decadencia del reino. Francia pasaba por su pero momento económico. Su intervención en la guerra por la independencia de los Estados Unidos de América, las malas cosechas y el peso de los impuestos sobre todos los habitantes precipitaron los acontecimientos que generarían la Revolución. Ante la imposibilidad de implantar reformas, Luis XVI convocó a los Estado Generales, integrados por los tres grandes estamentos sociales: el clero, la nobleza y la burguesía. En su discurso el rey no respondió a los intereses de los convocados. En consecuencia, la burguesía se alió con un sector de la Iglesia y se reunieron en Asamblea General. El 9 de julio le dieron el nombre de Constituyente y ordenaron la redacción de una Constitución.

Sucesos de la Revolución
Con el objeto de mostrar su descontento y rebelarse contra los privilegios, el despilfarro y el desgobierno que caracterizaban el mandato de Luis XVI, el 14 de julio de 1789 el pueblo francés tomó La Bastilla (fuerte real que funcionaba como cárcel), símbolo de la monarquía absoluta. Con este acto se inició la revolución Francesa. Un mes más tarde se abolieron los privilegios señoriales y el 27 de agosto se proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. De este modo quedaron establecidos los fines de la Revolución: en el orden político, desapareció la idea de monarquía absoluta, que fue reemplazada por la de monarquía constitucional; en el ámbito social, la igualdad ante la ley reglamentó la convivencia de todos los hombres; y, en el plano económico, la abolición de los privilegios de la Corte permitió una distribución más justa de la riqueza.

Derechos del hombre y del ciudadano
La Asamblea comenzó la redacción de los derechos del hombre considerando la convivencia en sociedad y el bienestar de todos. Los tres principios básicos establecidos en la Declaración fueron los de libertad, igualdad y justicia. También se instituyeron los derechos a la seguridad y resistencia a la opresión, como facultades naturales e imprescindibles del hombre, y quedó establecida la libertad de comunicación oral, escrita o de prensa y su reglamentación por las leyes respectivas, así como la libertad religiosa.

Caída de Luis XVI y la República
En septiembre de 1791, la Asamblea instauró por medio de la Constitución el régimen de monarquía parlamentaria. De este modo apareció la división de poderes en la organización del Estado: el Ejecutivo, a cargo del rey, el Legislativo, constituido por una Asamblea, y el Judicial, a cargo de magistrados. Los revolucionarios sospecharon que el monarca tramaba traicionarlos. Lo enjuiciaron y condenaron a muerte. El 21 de enero de 1793 Luis XVI fue guillotinado en la Plaza de la Revolución y días después corrió la misma suerte su esposa.

La Convención que sustituyó a la Asamblea Legislativa el 21 de septiembre de 1792 estuvo dividida en tres partidos: la derecha, representada por los girondinos, la izquierda, dominada por los jacobinos, y el centro, conocido también con los nombres de llanura o pantano, que constituía la mayoría.

Las disputas internas terminaron con la caída de los girondinos y el monopolio del poder en manos de los jacobinos, cuyas figuras más destacadas fueron Marat y Robespierre.

Napoleón Bonaparte
Una de las figuras más discutidas de la historia moderna es, sin duda, Napoleón Bonaparte. Nombrado general a los 24 años y emperador a los 35, fue para muchos uno de los estrategias más grandes de la historia.

Francia y las conquistas
En 1792, Francia anexó Bélgica y parte de la actual Alemania. Para detener el avance francés, en 1793, Gran Bretaña formó la Primera Coalición, en la que intervinieron, además, España, Portugal, los Estados Alemanes, Holanda, Austria, Prusia, Nápoles y Cerdeña. El ataque conjunto dejó a Francia en situación de peligro su gobierno movilizó a toda la nación y reclutó para sus ejércitos 700 000 hombres. Entre 1793 y 1794 Francia logró la incorporación de Holanda como república aliada, recuperó Bélgica, territorio perdido en 1793 ante la Coalición, y ocupó Tolón, ciudad francesa que habían tomado británicos y españoles. En este hecho tuvo participación Napoleón Bonaparte, y este triunfo le valió el ascenso a general. Los integrantes de la Coalición firmaron la paz por separado: Holanda, mediante el Pacto de La Haya, y Prusia, varios Estados Alemanes y España, por el Tratado de Basilea, en 1795.

Directorio y el Consulado
Debido a una inadecuada política frente al resto de Europa se formó la Segunda Coalición, constituida por Rusia, Turquía, Austria, Nápoles y Gran Bretaña. En esta etapa Napoleón Bonaparte se presentó como la figura ideal para recuperar los principios de la Revolución. Con su apoyo se derrocó al Directorio y se constituyó un gobierno provisorio formado por el mismo Napoleón, Sieyés y Ducos, hasta que se organizó definitivamente el Consulado, integrado por tres miembros: Napoleón, Cambaceres y Lebrún. Durante este gobierno, el primer cónsul, cargo que ocupó Napoleón, tenía el poder casi absoluto, y los otros dos actuaban como consultivos.

Napoleón en el escenario militar
Francia tenía enemigos en varios frentes: Austria, Gran Bretaña, Cerdeña y los Estados Italianos. La misión de Napoleón era avanzar sobre Italia. La ocupación de Piamonte y Milán, le rendición de Mantua y su poder sobre Lombardía lo llevaron al dominio de todo el norte italiano. El paso siguiente fue Viena. Cerca de la ciudad, Francisco II, el emperador de Austria, le envió delegados para firmar el acuerdo de paz, que se realizó el 17 de octubre de 1797 con el nombre de Tratado de Campo Formio. Gran Bretaña persistía en su lucha contra Francia, y el Directorio consideró importante invadir las islas. Napoleón optó, en cambio, por atacar a los británicos a través de sus posesiones en Egipto. La flota británica atacó a la armada francesa en Abukir. Napoleón se vio obligado a replegar sus tropas en Egipto, mientras él volvía a Francia. Apenas asumió como cónsul, debió luchar contra la Segunda Coalición.

Después de victoriosos enfrentamientos firmó tratados de paz con Austria y Gran Bretaña. El 2 de agosto de 1802 el Senado lo nombró cónsul vitalicio con el derecho a nombrar sucesor. Dos años más tarde, le otorgó el título de emperador de los franceses.

Imperio Napoleónico
El Imperio tuvo una duración de 10 años, en los cuales Napoleón ejerció el poder absoluto. Durante este período debió enfrentar cuatro coaliciones más. La Tercera estuvo constituida por Gran Bretaña, Austria y Prusia.

El ejército napoleónico triunfó sobre los austríacos en la batalla de Ulm y sobre éstos y los rusos en la batalla de Austerlitz, por lo cual Francisco II, emperador de Austria, firmó la paz mediante el Tratado de Presburgo. Napoleón puso a sus hermanos al frente de los territorios conquistados. España nunca se resignó a la invasión francesa y participó de la Quinta Coalición con Austria y Gran Bretaña. Napoleón venció en julio a los austríacos en la batalla de Wagram, firmó la paz de Viena y llegó a Moscú, donde fue detenido por el crudo invierno ruso, que hizo estragos entre sus hombres.

Fue derrotado en Leipzig en 1813 y en 1815 en Waterloo. Allí fue prisionero de los británicos, que lo confinaron a la isla de Santa Elena, donde permaneció hasta su muerte en 1821.

Movimiento emancipador americano
En la segunda mitad del siglo XIX los europeos luchaban por la abolición de las monarquías y la instauración de repúblicas con autoridades elegidas por el pueblo. Simultáneamente, en América, la población de las colonias estaba preparada para independizarse de sus conquistadores, elegir sus propios gobiernos y organizar sus instituciones políticas. En cada colonia, la gesta emancipadora tuvo características propias por su geografía y su idiosincrasia.

Antecedentes
La independencia de los Estados Unidos es considerada el antecedente inmediato que entusiasmó a los patriotas sudamericanos con deseos de emancipación. La guerra iniciada por los colonos culminó con la capitulación de los británicos en Yorktown, el 19 de octubre de 1781. El día de la independencia fue el 4 de julio de 1776, porque en ese día el Congreso de Filadelfia había aprobado la Declaración de Principios redactada por Thomas Jefferson.

En 1780, y muy lejos de allí, José Gabriel Condorcanqui, un descendiente de los incas, que había adoptado el nombre de Túpac Amaru, encabezó una sublevación en el sudoeste del Perú que alcanzó amplias repercusiones en los territorios que actualmente ocupan Colombia, Bolivia, Ecuador, Chile y parte de la Argentina. Los revolucionarios, que no estaban preparados militarmente, fueron derrotados en el Cusco por tropas enviadas desde Lima. Túpac Amaru fue atado a cuatro caballos, descuartizado, y su figura se convirtió en un emblema de los movimientos por la independencia sudamericana. Por otra parte, los habitantes del Virreinato del Nuevo Reino (hoy Colombia) habían sufrido un aumento de impuestos que los impulsó a un levantamiento. Este fue encabezado por los comuneros de la zona del Socorro, ubicada en el centro-norte colombiano, en la actual provincia de Santander, en 1779, y constituyó la primera manifestación emancipadora de esa región, pero fue reprimido.

Los movimientos independentistas habían comenzado en 1661 hacia el sur, en el actual territorio de Bolivia. A partir de 1776 las sublevaciones nacionalistas se hicieron más frecuentes, cuando la Audiencia de Charcas fue anexada al Virreinato del Río de la Plata. El principal levantamiento fue encabezado en 1780 -en coincidencia con la rebelión de Túpac Amaru en Perú- por Tomás Catari, y siguieron los de las ciudades de Charcas, Oruro, Cochabamba y La Paz. A pesar de ser derrotados por las fuerzas españolas, estos levantamientos sentaron un importante antecedente en la lucha por la independencia.

Independencias americanas
En Buenos Aires, el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 precipitó la Revolución de Mayo y la instauración de la Primera Junta de Gobierno. Estos acontecimientos desembocaron en la independencia del Paraguay. En la actual República Argentina, los acontecimientos de Mayo condujeron a la Declaración de la Independencia en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1816. Una situación diferente se planteó en la República Oriental del Uruguay. Tras años de combates y alianzas, un grupo de patriotas encabezados por Juan Antonio Lavalleja declaró la independencia del país, el 25 de agosto de 1825. En 1815 Brasil fue unido al reino de Portugal hasta que el regente Pedro declaró la independencia el 7 de septiembre de 1822. Bolivia se independizó en Chuquisaca el 6 de agosto de 1825.

San Martín y Bolivar
Los principales protagonistas de las luchas emancipadoras fueron el argentino José de San Martín y el venezolano Simón Bolívar. Ambos trabajaron de común acuerdo y pactaron en Guayaquil, el 26 de julio de 1822, la protección de los países americanos.

Siglo XIX en Europa
A lo largo del siglo XIX dos situaciones produjeron en Europa una profunda transformación social, económica y cultural: la Revolución Industrial y las luchas revolucionarias antimonárquicas.

Revolución Industrial
Los descubrimientos científicos de los siglos XVII y XIX y su contribución al desarrollo de la técnica constituyeron las bases de los que los historiadores denominaron Revolución Industrial. Ésta puede dividirse en dos etapas. En la primera de las etapas se destaca como elemento fundamental la máquina de vapor, que, perfeccionada en 1769 por el ingeniero escocés James Watt, permitió al inglés Cartwright, en 1785, y al francés Jacquard, en 1801, desarrollar y perfeccionar el telar mecánico. Estos avances se tradujeron en una transformación sustancial de la economía y de la sociedad que tuvo su centro en Gran Bretaña. En 1803, el estadounidense Fulton construyó el primer buque de vapor, y en 1814 el británico Stephenson ideó la primera locomotora impulsada por una máquina similar a la de Watt. El desarrollo de estos medios de transporte agilizó el traslado de los nuevos productos a mercados más distantes. Al mismo tiempo, facilitó la llegada de las materias primas que eran necesarias para la industria. El algodón, por ejemplo, se importó en Egipto y de la India. El ejemplo de Gran Bretaña pronto fue seguido por otras naciones de Europa y América, entre las que se destacaron Francia, Prusia y los Estados Unidos.

La segunda fase de la Revolución Industrial estuvo relacionada con el procedimiento de producción de acero por inyección de aire, concebido en 1856 por el inglés Henry Bessemer, y con los avances logrados en el control y la aplicación de la energía eléctrica. Las transformaciones técnicas e industriales produjeron una serie de efectos, como una mayor acumulación de capital, el surgimiento del salario como modo dominante de la retribución del trabajo, el incremento de las desigualdades en la distribución del ingreso y una mayor expansión del consumo y del comercio internacional. En materia social, la Revolución Industrial provocó una intensa corriente migratoria del campesinado a las ciudades, con el objetivo de obtener salarios fijos pagados por los industriales. La aspiración de obtener mejores remuneraciones, más acordes con las necesidades, y condiciones más justas de trabajo derivó en movimientos de protesta y huelgas. Condujeron, además, la formación de partidos políticos y organizaciones sindicales que defendieron la causa de los obreros.

Ideal nacionalista
A mediados del siglo XIX surgieron en Europa las ideas nacionalistas, a la vez que se hicieron manifiestas las luchas por el desarrollo de las democracias. Por este motivo estallaron revoluciones con ideales de libertad. Entre ellas cabe mencionar la revolución de 1848 en Francia, contra el monarca Luis Felipe I, y los procesos de unificación vividos por Italia y Alemania.

Los principios nacionalistas fueron apoyados por los intelectuales. La persecución de los monarcas que gobernaban los estados italianos obligó a los ideólogos a agruparse en sociedades secretas. Todos estos revolucionarios apoyaban al único reino que tenía un régimen constitucional: el de Cerdeña y Piamonte. En 1852 el rey de Cerdeña, Victor Manuel II, confió el cargo de jefe de gobierno a Camilo Benso, conde de Cavour, auténtico artífice de la unidad italiana. Con el apoyo de Francia, las tropas sardas vencieron a los austriacos en 1859. En la misma época los territorios alemanes vivían experiencias similares. Desde 1815, tras la caída de Napoleón, el Congreso reunido en Viena para restaurar las viejas monarquías absolutistas integró a los alemanes a la Confederación del Rin, encabezada por el Imperio Austro-Húngaro, Prusia se convirtió en impulsora del nacionalismo alemán en el Imperio. Cuando Guillermo I fue coronado rey de Prusia, en 1861, resolvió formar un poderoso ejército. Guillermo convocó al príncipe Otto von Bismarck para que fuera jefe de bobierno. Bismarck unificó el país.

Entradas más populares de este blog

Primer horizonte cultural: horizonte temprano: Cultura Chavín

Geografía de América del Sur

Tercer Horizonte Cultural: Horizonte Tardío Época Incaica