Monarquía y República
En la etapa monárquica los siete reyes fueron: Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Tarquino el Antiguo, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio.
La sociedad estaba dividida en tres clases bien diferenciadas: los patricios, los plebeyos y los esclavos. Cuando el pueblo romano expulsó a Tarquino el Soberbio, debido a sus excesos, el Senado entregó el gobierno a dos cónsules, jefes militares y políticos, cuyo mandato duraba un año; de esta forma se proclamó la República. Pero tenía características oligárquicas, dado que sólo podían ejercer cargos públicos los patricios. La lucha entre éstos y los plebeyos duró dos siglos y a su fin se logró la igualdad civil y política entre ambas clases.
En 300 a.C. los plebeyos ocuparon el cargo de pontífice máximo. En la República romana el poder los ejercían los magistrados, el Senado y los Comicios. El Senado gozaba de amplios poderes, entre los cuales se encontraba la aprobación de leyes presentadas por los Comicios, la administración de la hacienda y el manejo de la política externa; también ejercía autoridad sobre los cónsules, podía suspenderlos y nombrar en su lugar a un dictador.
Conquistas y expansión
Los romanos extendieron su poder por toda Italia, Cartago, la cuenca del Mediterráneo y España, hasta transformarse en la primera fuerza política de la antiguedad. Originariamente, romanos y pueblos vecinos se unieron formando la Liga Latina ante el peligro de una invasión etrusca. Pero los celtas avanzaron desde la región del Po y saquearon Roma. El ejército romano los enfrentó y venció; la Liga Latina se disolvió y los latinos que quedaron en la ciudad obtuvieron la ciudadanía. A partir de este momento comenzó la expansión: se incorporaron pueblos al dominio de Roma, se fundaron colonias y se firmaron tratados con otras ciudades. Roma aspiraba a conquistar la Magna Grecia, para lo cual debió enfrentar a Pirro (rey de Epiro), quien fue derrotado en 272 a.C. teniendo en su poder la Magna Grecia, Roma fue la mayor rival de Cartago, potencia fenicia.
Los cartaginenses advirtieron el peligro del avance romano. Con el objeto de detenerlos, intentaron cerrar el estrecho de Messina, que separa Sicilia de Italia, hecho que originó las Guerra Púnicas entre ambos pueblos por el dominio del Mediterráneo. Roma venció a los cartaginenses y pronto avanzó sobre el Mediterráneo oriental. En pocos años, Macedonia, Grecia y Pérgamo se convirtieron en provincias romanas, y en el siglo I a.C. se incorporaron a sus poseciones Siria, Palestina y Asia Menor. Julio César, a partir de 50 a.C., anexó Galia y Britania.
Guerras Civiles
El gran territorio logrado por los romanos con todas las colonias y ciudades aliadas generó conflictos que culminaron en guerras civiles. En el siglo II a.C. Tiberio Graco intentó fortalecer a los pequeños campesinos y limitar el poder del Senado, pero fracasó y fue asesinado. La lucha de la plebe duró largos años y enfrentó a caudillos, como Mario, defensor del pueblo, y Sila, de la aristocracia, quien salió triunfante, se hizo nombrar dictador perpetuo y castigó a los vencidos; renunció en 78 a.C. y lo sucedió Pompeyo.
Poco después, Julio César se destacó en la vida política de Roma. Aliado con Craso y Pompeyo, constituyó el Primer Triunvirato. Al enfrentarse César y Pompeyo en una guerra por cuestiones de poder, venció el primero. Pero los republicanos no creían en él y lo asesinaron en 44 a.C. Su muerte provocó el estallido de una nueva guerra civil.
Imperio Romano
El Imperio se dividió en dos grandes etapas. La primera, denominada Principado, se extendió desde 27 a.C. hasta 270 d.C. La segunda, llamada Dominado, comenzó en 270 y llegó hasta la caída de Roma en poder de los bárbaros, en 476. El Principado fue establecido por Octavio, quien gobernó desde 27 hasta 14 a.C., época que se conoció con el nombre de Siglo de Augusto. Por un lado, mantuvo la estructura política de la República y, por otro, concentró en su figura todo el poder político y religioso, mediante la acumulación de cargos públicos.
El Imperio, que se dividió en 25 provincias, llegó a extenderse desde el Danubio y el mar Negro hasta el desierto del Sahara, y desde el Éufrates hasta el océano Atlántico.
Principado
Al morir Octavio, el primero de los Julios Claudios, lo sucedieron los emperadores Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Bajo el gobierno de Tiberio, los romanos crucificaron a Jesucristo. Calígula, sobrino de Octavio, reinó entre 37 y 41, y se caracterizó por sus excentricidades. El despotismo de Nerón provocó una rebelión del ejército y la caída de la dinastía imperial. Vespasiano, jefe de la revuelta militar, fue proclamado emperador por el Senado. Con él se estableció la dinastía Flavia. Fue sucedido por sus hijos, Tito y Domiciano, que gobernaron entre los años 70 y 96. Domiciano fue asesinado por sus guardias. Con el apoyo del Senado se impuso la dinastía de los Antoninos, quienes extendieron el territorio del Imperio y se destacaron como estadistas. La era de los Antoninos, conocida como la Edad de Oro del Imperio Romano, fue la más importante en la historia del Principado. Ocuparon el trono imperial soberanos cultos, justos y virtuosos, como Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo, con quien comenzó la crisis política que se prolongó durante todo el siglo III.
Con la dinastía siguiente, la de los Severos, entre los 193 y 235, el Imperio se debilitó.
Dominado y decadencia
Después de la muerte de Alejandro Severo, el último de los Antoninos, Roma se precipitó en el caos. Hubo enfrentamientos entre grupos de militares rivales. Las tropas nombraban y destituían emperadores. En 270 se impuso la dinastía de los emperadores Ilirios, que eran generales destacados que impulsaron a los bárbaros y desarrollaron, además, una excelente tarea administrativa. Los historiadores llamaron Dominado a este régimen. Uno de estos monarcas, Diocleciano, introdujo amplias reformas en el sistema institucional. Convencido de que el territorio romano era excesivamente extenso, dividió al Imperio en un sector oriental y otro occidental. Al frente de cada una de las dos regiones colocó un gobernante, que se denominó Augusto. Éste se mantenía 20 años en el poder y era reemplazado por su segundo, que fue designado César. Cuando el César asumía la condición de Augusto nombraba a un lugarteniente que, 20 años después, pasaría a ser el nuevo Augusto. En 306 asumió el poder el emperador Constantino, que autorizó la religión cristiana y reunificó el Imperio.
Edificó sobre la antigua Bizancio una ciudad, Constantinopla, que fue el centro político y cultural.
Teodosio convirtió el cristianismo en religión oficial del Imperio. Tras su muerte, este quedó dividido entre sus hijos; el Imperio Romano de Oriente, con capital en Constantinopla, y el Imperio Romano de Occidente, cuyo centro fue Milán y más tarde Ravena. En 476, Rómulo Augústulo fue derrocado por un jefe bárbaro llamado Odoacro, quien se proclamó rey de Italia. Así culminó el Imperio Romano de Occidente. El Imperio Romano de Oriente mantuvo su situación floreciente hasta 1453, año en que cayó en poder de los turcos.
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