Actitudes de los padres

En esta ocasión les explicaré los tipos de actitudes de los padres frente a los hijos, veremos aquí también en qué momento el niño puede hacer su voluntad y al final explico cómo influye la actitud democrática del hogar sobre la vida social.


a). Actitud dictatorial, es la forma tradicional de gobernar al niño. Se caracteriza por el desconocimiento del factor herencia en su personalidad. En consecuencia, las disposiciones son impuestas por igual a todos los niños, sin tomar en cuenta sus particularidades espirituales. El adulto dictatorial impone su voluntad en vez de despertar el interés del niño para solucionar sus problemas. Su actitud levanta una barrera contra la satisfacción de los deseos del hijo.

Su meta es conseguir la obediencia ciega, en vez de enseñar a pensar y discernir. No se premia la iniciativa sino el asentimiento pasivo a la voluntad de los mayores. Los niños son frenados al extremo y toman miedo a manifestar sus sentimientos y sus profundas necesidades de orden espiritual. El adulto no se interesa por conocer qué hay dentro de cada criatura y cuál es el origen de su inquietud, pero exige que su conducta sea buena. Con este sistema sólo se consigue frenar las actitudes, pero no se forma convicciones profundas que organicen la vida.

En algunos hogares antiguos duraba tanto la tutela paterna que aun se imponía la carrera que debería seguir el hijo y se le elegía el cónyuge. Ahora, sabemos que carrera y cónyuge deben ser el resultado de la elección consciente del individuo.

b). Actitud libre, la divulgación de los últimos descubrimientos de la Psicología del niño y de la importancia del factor hereditario en la formación de su personalidad, trajo un gran desconcierto en el ambiente que propició una libertad desmedida dada a niños y adolescentes, de funestas consecuencias en la educación, porque no se tuvo en cuenta divulgar ampliamente cómo debía tratarse a cada criatura, qué se puede esperar de cada niño y qué debe exigirle de acuerdo con sus inclinaciones a fin de obtener resultados óptimos de su personalidad.

La actitud libre sólo retrasa la madurez del individuo, porque el niño que se acostumbra a hacer su voluntad permanece egoísta toda su vida, no aprende a tomar responsabilidades ni a respetar los derechos ajenos. Su carácter es descontrolado, por habérsele permitido todos sus gustos. Como no tiene ninguna experiencia, compartirá la época de sus estudios con demasiadas distracciones, lo cual determina al profesional mediocre, al mal ciudadano. Equivocará su camino en todo sentido por falta de los conocimientos necesarios para su orientación, que sólo se los puede dar el adulto que ya ha vivido.

c). Actitud democrática, proporciona los medios para el desenvolvimiento de la personalidad del niño. Es la actitud democrática en el hogar que reconoce los siguientes principios:

1. Firmeza y suavidad al mismo tiempo.
2. Respeto a la verdad, la justicia y los derechos ajenos.
3. Exige responsabilidad, enseñando al pequeño a que termine lo empezado y encomendándole pequeñas tareas a su alcance. Enseñándole el cumplimiento de sus deberes.

Todos estos mandamientos de la Pedagogía moderna se encierran en dos conceptos: autoridad y amor. Sin amor no desarrolla el niño en ningún aspecto. De sus padres aprende este sentimiento indispensable para su felicidad y su adaptación al mundo. Gracias al amor que recibe es un ser normal. La autoridad lo disciplina y le hace comprender que hay seres que velan por él, la autoridad lo hace sentirse más protegido y seguro. Jamás los padres deben dejar que los niños los traten como si fueran de la misma edad: el hijo debe sentirse bien comprendido y protegido y usar el debido respeto que señala la distancia entre el progenitor y su criatura, porque el hijo depende de sus padres económicamente, socialmente, y su instrucción y toda su persona, y esta dependencia debe mostrarse en el tratamiento.

¿En qué momentos el niño puede hacer su voluntad?
Esta es la pregunta que confunde a los padres que quieren actuar con un sentido moderno de la educación.
Debe dejarle libertad para elegir sus actividades y juegos siempre que sean constructivos, libertad para elegir entre buenos amigos a aquellos con quienes mejor congenie y libertad para probar nuevos materiales y nuevas actitudes.
No se le permitirá libertad de acción en estos casos:

1. Cuando su conducta se interpone con la rutina establecida (horario para comer, dormir, bañarse, etc)

2. Cuando su conducta se interpone con los derechos de otro. (Por ejemplo cuando quiere monopolizar el tobogán y se niega a hacer la cola).

3. Cuando es destructivo. (Por ejemplo cuando juega con los muebles, arranca las plantas, pinta las paredes).

4. Cuando se pone en peligro él o pone a otro niño. (Por ejemplo si se empeña en no usar la ropa conveniente para la estación o induce a un amiguito a asomarse a una ventana).

Los padres procederán con firmeza frente al niño cuando incurre en alguna de las faltas mencionadas.

La madre educadora precisa conciencia social y civismo. Para poder educar hijos se necesita ante todo ser ciudadana consciente porque la formación de los mismos tiene por meta la vida en sociedad, no puede ser bien impartida por quienes no miran más allá de los muros de su hogar o los intereses particulares de su familia.

¿Cómo influye la actitud democrática del hogar sobre la vida social?
A través de lo leído reconoceremos una relación íntima entre la educación recibida en el hogar y la formación del ciudadano: las actitudes de éste no se improvisan, son la consecuencia de hábitos traídos desde la infancia. Es anhelo general la vida democrática, formemos en los niños hábitos democráticos.
Los jóvenes a quienes no se les ha hecho sentir que junto con sus derechos como hijos tienen deberes y responsabilidades como tales, los que no respetan el orden de su hogar ni la autoridad paterna, los que piensan que es más distinguido ser un elemento de consumo que de producción, los que creen que hay dos morales: una para el hombre y otra para la mujer, los que no respetan los derechos ajenos, sacrificándolo todo en aras de su egoísmo y diversión; los que no saben cooperar, compartir, ni han adquirido el hábito de esperar su turno; los que no saben sacrificarse por nadie; los que han sido víctimas de injusticias o favorecidos con preferencias difícilmente podrán comprender cuando sean adultos el sentido democrático de la vida.

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