Sistema nervioso central

El sistema nervioso es un conjunto de órganos especializados que rigen y coordinan todas las funciones vitales. Por medio de él el organismo se adapta a las condiciones del ambiente en que vive y a sus cambios. Cada cambio actúa como un miembro sobre el individuo; los estímulos son captados por el sistema nervioso, que elabora las respuestas correspondientes. Es, en definitiva, la estructura que equilibra la vida de relación y coordina las acciones corporales en sus funciones vegetativas. El tejido nervioso está compuesto por células específicas, las neuronas. Se  dispone en dos capas: la sustancia blanca, cuyas fibras se prolongan en los nervios, y la gris, combinación de fibras de conformación algo diferente y de neuronas. Como todas las demás estructuras del cuerpo, el sistema nervioso funciona como una unidad, y se relaciona con los demás sistemas y aparatos. Sin embargo, es posible estudiar por separado sus dos grandes divisiones: el sistema nervioso central y el periférico.



Órganos del encéfalo
El sistema nervioso central comprende dos partes, el encéfalo y la médula espinal. El encéfalo es, simplemente, el conjunto de órganos contenidos en la cavidad interna del cráneo: cerebro, cerebelo, bulbo raquídeo, protuberancia anular y mesencéfalo. En el encéfalo se encuentran los centros nerviosos, agrupaciones de células y fibras que captan los estímulos y responden a ellos por medio de impulsos. Esos impulsos son transportados por los nervios, que constituyen el sistema nervioso periférico. Como ocurre en todos los mamíferos, el sistema nervioso humano actúa básicamente mediante circuitos llamados arcos reflejos: un nervio conduce un estímulo, una neurona lo recibe a través de ramificaciones protoplasmáticas llamadas dendritas, se procesa, y otro nervio lleva el impulso de respuesta.

Cerebro y cerebelo
El cerebro humano tiene forma ovoide. Su longitud aproximada es de 18 centímetros y su alto de 14 centímetros. Pesa 1200 gramos en el hombre y un poco menos en la mujer. Está protegido por la caja craneana y recubierto por las tres membranas que tapizan el encéfalo, las meninges; éstas se componen de tres capas superpuestas, que de afuera hacia adentro se llaman duramadre, aracnoides y piamadre. Lo rodea una sustancia incolora y transparente, el líquido cefalorraquídeo, cuya función es amortiguar posibles golpes.


Un gran surco longitudinal divide al cerebro en dos hemisferios, derecho e izquierdo, conectados en sus caras internas por el cuello calloso, una formación de sustancia blanca. La sustancia gris cubre la superficie de los hemisferios y forma la corteza cerebral. La corteza se caracteriza por presentar gran cantidad de relieves, llamados circunvoluciones. La disposición en circunvoluciones del tejido cerebral permite que este órgano albergue treinta veces más cantidad de sustancia gris que la que su tamaño permitiría en caso de no tenerlas. En cada hemisferio se encuentran unas aberturas llamadas cisuras, que lo dividen en cuatro lóbulos: frontal, parietal, temporal y occipital, por los nombres de los huesos que los rodean. En un corte del cerebro se observa que la parte interna está constituida por sustancia blanca, y la corteza por sustancia gris. Sin embargo, esa disposición no es uniforme; también aparecen islotes grises en la zona blanca. En el interior se encuentran los ventrículos cerebrales (dos laterales y uno medio). Del cerebro dependen las funciones psíquicas (inteligencia, voluntad), la motricidad, la sensibilidad consciente, la memoria y el funcionamiento de los centros de la visión, el olfato, el tacto, el gusto y el lenguaje.

El cerebelo ocupa la parte posterior e inferior del encéfalo. Se ubica por debajo del cerebro, detrás de la protuberancia y encima del bulbo raquídeo. Mide 3 centímetros de alto por 6 de ancho y 5 de largo, y pesa unos 60 gramos. Está compuesto por dos hemisferios laterales y una masa media llamada vermis. Igual que en el cerebro, la sustancia gris forma la corteza -dividida en lóbulos- y la sustancia blanca se ubica en el centro.

El cerebelo está unido a los tres órganos que lo rodean por medio de unas prolongaciones llamadas pedúnculos cerebelosos, superiores, medios e inferiores. Entre sus funciones más importantes, regula la fuerza y la medida del movimiento y coordina la acción de diversos grupos musculares en la realización de movimientos simultáneos y sucesivos; además, mantiene la postura y el equilibrio.

Otros órganos
El bulbo raquídeo se encuentra entre la médula espinal y la protuberancia. Se lo llama también médula oblongada. Mide unos 3 centímetros de longitud y es de forma cónica, con un diámetro mayor de 2 centímetros y menor de 1.5 centímetro.
La sustancia gris bulbar se encuentra fragmentada; forma núcleos nerviosos, rodeados de sustancia blanca. Los centros nerviosos alojados en este órgano regulan la respiración y la circulación. También en el bulbo están los centros reflejos de la masticación, y el vómito.
La protuberancia está situada por encima del bulbo, delante de los hemisferios del cerebelo y por debajo de los pedúnculos cerebrales. También se la denomina puente de Varolio. Es responsable de la conducción de estímulos e impulsos nerviosos, y en ella residen centros de actos reflejos simples y complejos.

La médula espinal
La médula espinal tiene forma cilíndrica; mide unos 45 centímetros y su diámetro es de 1 centímetro. Constituye un largo cordón, a manera de continuación del bulbo raquídeo. Está protegida por las vértebras, recubierta por meninges y bañada en líquido cefalorraquídeo. Presenta dos engrosamiento, uno en su región cervical y otro en la lumbosacra; su extremo inferior se va aguzando, hasta formar el filum terminalis.
Su estructura muestra un grupo de surcos longitudinales que la dividen en cordones. En esos surcos penetran las raíces de los nervios raquídeos. La sustancia gris medular se dispone en el centro y la blanca forma la periferia, al contrario de lo que sucede en el cerebro y cerebelo. La función principal de la médula espinal es el transporte de estímulos e impulsos desde los miembros y hacia ellos. Regula además ciertos actos reflejos, como los de excreción (eliminación de heces y orina).

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