Segundo Horizonte Cultural u Horizonte intermedio: Cultura Tiahuanaco

La Cultura Tiahuanaco (parte de la Historia del Perú Antiguo) se desarrolló inicialmente en la Meseta del Kollao. Su sede principal estuvo a 21 kilómetros al sur-este del Lago Titicaca. Unos creen que sus fundadores fueron de raza aymara, otros, de raza quechua y no faltan quienes afirman que fueron los uros los que iniciaron esta cultura. Los Tiahuanaquenses llegaron a extenderse, por el Norte hasta Chavín, por el Sur hasta Chile, Bolivia y Norte de Argentina, por el Este hasta los límites de la Selva Alta y por el Oeste hasta el Océano Pacífico.

Fue una cultura pan-peruana cuya antigüedad no está bien determinada, indicándose que es posterior a Chavín y que su mayor esplendor fue lograrlo hacia siglo VI de nuestra Era.


Es muy probable que, en sus comienzos Tiahuanaco haya sido un centro ceremonial al igual que Chavín y que, inclusive, recibió influencia de esta cultura al estar por la presencia del Dios Wiracocha tanto en la Estela Raimondi (Chavín) como en la Portada del Sol (Tiahuanaco).

Dominio 
El pueblo de Tiahuanaco fue agricultor y ganadero. Por ello tuvieron que efectuar el dominio del altiplano, no tanto para ganar tierras de cultivo, como  en el caso de las culturas regionales costeñas, sino para conocer los secretos del sembrío en altura y los secretos de los cambios climáticos que el altiplano encierra.

Sabemos que el clima de la meseta, en donde se encuentra el lago Titicaca, a 4000 metros sobre el nivel del mar, tiene una fuerte alternancia térmica diaria, al sol fuerte y quemante del día, sucede el intenso frío de la noche. Pero, además tiene un régimen de aguas cíclico, pues hay lapsos mayores de tiempo, cada doce años más o menos, en los que aumenta o disminuye la intensidad de las lluvias. Durante estos largos períodos de sequía, incluso baja el nivel del lago, causando angustias alimenticias en la población; de otro lado, los períodos húmedos tampoco son totalmente beneficiosos, dado que los ríos aumentan su caudal y causan serios estragos en las poblaciones de agricultores no prevenidos, pues debido a que el altiplano, cerca del lago, tiene poco declive, los ríos van zigzagueando por el llano, y cuando hay crecida se producen inundaciones que a veces arrasan con los sembríos y aun algunas casas. Los tiahuanaquenses conocieron todos estos pormenores y con esfuerzo y dedicación lograron asentarse en medio tan difícil y estructurar, de esta manera, una cultura que, luego, se expandió por gran parte de nuestro territorio y aún de territorios vecinos.

Economía
Logrado el dominio del altiplano, cultivaron plantas de excepcional valor alimenticio como la papa y la quinua (en países europeos se le conoce como quinoa) como plantas de altura, en tanto que en otros valles más bajos que colonizaron posteriormente sembraron maíz, yuca, oca y frutales en general.

El dominio altiplánico consolidó también un sistema de ganadería, ya que si bien la meseta es dura para el sembrío, en cambio ofrece inmensos territorios cubiertos de pastos naturales propios para los camélidos andinos. De este modo supieron compendiar agricultura y ganadería cuando deshidrataban a la papa y la secaban al sol, en la misma forma que también lo hacían con la carne, obteniendo el "chuño" y el "charqui" que pudieron ser conservados por mucho tiempo y que les sirvieron para estos períodos cíclicos de sequía y de escasez.

Practicaron actividades de caza sea con las especies de camélidos (auquénidos) que no habían logrado domesticar y que pastaban por la meseta, o también con otras especies de animales que habitaban en los diferentes pisos ecológicos de las otras regiones en los que los tiahuanaquenses se habían asentuado. Así en el lado selvático buscarían capturar al felino o al jaguar, en tanto que siervos y venados serían cazados en los valles y lomas de la costa.

El comercio lo practicaron en base a sus productos de charqui y de chuño, así como de sus productos artesanales, los cuales a modo de trueque intercambiaron con los pueblos y regiones con los que establecieron contacto, especialmente con los del medio marítimo del norte de Chile y del Perú.

La expresión artesanal del pueblo tiahuanaco la encontramos en la confección de mantos de lana que presentan decoraciones de figuras geométricas y de animales estilizados, así también estatuillas, vasos y huacos que difundieron por los lugares con los cuales tuvieron contacto.

Religión 
Adoraron al dios Wiracocha a quien consideraban creador del Universo. Otros dioses menores fueron el jaguar, el puma, la serpiente. Los dioses eran antropomorfos, es decir, tenían forma humana, pero con una serie de atributos que eran principalmente los del felino, del halcón y las serpientes; junto a las divinidades aparecen también las figuras de los camélidos domésticos y de plantas cultivadas.

La religión tiahuanaquense significa la vinculación del hombre del altiplano con la creencia de sus fundadores y su procedencia. Wiracocha se presenta como el hacedor a quien le rinden pleitesía dioses menores, tal vez, representativos de otras religiones. Sin embargo, un enigma encierran las lágrimas que parecen desprenderse de sus ojos (el lloroso Wiracocha) que, por lo general, se representan con tres circulos que cuelgan de los ojos, se nos hace muy difícil creer que los antiguos, que se figuraban a sus dioses como seres feroces, arbitrarios e inclementes, que demandaban sacrificios cruentos y sumisión plena, pudieran representarlos llorando, en expresión de cobardía y debilidad. Tampoco debe olvidarse que en los pueblos primitivos no siempre se consideraban las lágrimas expresiones de dolor, sino también de júbilo. En los ritos mágicos para atraer las lluvias es también usual que lloren los concurrentes a la ceremonia. Se ha hecho notar, por otra parte, que cuando los felinos de América, entre ellos los jaguares, se ven acosados por los cazadores, arrojan de los ojos un líquido parecido a las lágrimas. De ahí que se les tenga por hipócritas, que tratan de conmover a su perseguidor e inspirarle una compasión que ellos jamás sienten hacia sus propias víctimas.

No parece tan fuera de lugar pensar que un gran dios pudiera haber sido imaginado llorando y motivos o creencias como las indicadas bien podrían haber tenido relación con las lágrimas del dios que exhibe la Portada del Sol. Hay, además, algunas representaciones cerámicas del personaje central de Tiahuanaco, no demasiado estilizadas, que parecen mostrar muy claramente que los círculos que le caen de los ojos son lágrimas. Sin embargo, cuando se haya estudiado adecuadamente y descifrado la simbología de esta cultura, se podrá llegar a la interpretación más propia de éste y de otros rasgos extraños que ella presenta.

Arte
Las primitivas muestras arquitectónicas fueron los dólmenes o construcciones de piedra rectangulares, que habilitaron con fines de vivienda. Posteriormente edificaron las chulpas o construcciones que tuvieron fines funerarios, hechos de piedra y de barro, inicialmente eran de forma cuadrangular, después adoptaron la forma cilíndrica teniendo como base la piedra labrada y pulida, tal como se observa en las famosas chulpas de Sillustani, en Puno. Después de éstos, los restos arquitectónicos más importantes son: las terrazas de Pumapunku, de forma semicircular, la fortaleza de Akapana y el palacio de Kalasasaya.

Kalasasaya, es de forma casi cuadrangular que ocupa una superficie de 135 por 130 metros de lado, respectivamente, marcado por monolitos gigantes de cinco a seis metros de alto plantados verticalmente en el terreno. Kalasasaya significa "piedra parada". La finalidad de esta construcción aún no está determinada, aunque algunos creen que se trata de la estructura de un observatorio solar para señalar las estaciones del año. En una de las esquinas de Kalasasaya se encuentra la famosa Portada del Sol.

La Portada del Sol, es una piedra gigantesca, de una sola pieza, de más de cuatro metros de ancho, por tres de alto y ochenta centímetros de espesor. En la parte inferior tiene una abertura de un metro de ancho por dos de alto, que es la portada propiamente dicha. En la parte superior y central de la piedra se encuentra esculpida, en alto relieve, la figura del dios Wiracocha, en forma estilizada, rodeado de dioses menores o geniecillos que en tres hileras de ocho cada una y como arrodillados miran hacia la imagen de Wiracocha o dios antropomorfo (figura humana), que sostiene dos báculos, uno en cada mano y cuya cabeza está circuncidada de rayos. Para algunos estudiosos esto es la representación de un calendario astronómico. En la parte posterior de la portada se encuentran grabados algunos signos escalonados cuya interpretación sigue siendo un misterio para los investigadores ya que para unos representan el infinito, para otros, el recorrido del nacimiento a la muerte, en una palabra, es la graficación de la vida humana.

En su conjunto, las ruinas muestran un equilibrado y armonioso sentido de planificación monumental, de distribución de los volúmenes en estrecha relación con las avenidas que se cruzan en ángulo recto y un sentido de orientación hacia los puntos cardinales. Pero de los edificios sólo quedan, por lo general, aislados fragmentos y, en su presencia, sólo una reconstrucción imaginaria de lo que deben haber constituido puede dar una idea de la grandiosidad de su concepción. Sin embargo, todos los investigadores y aun los primeros españoles que los visitaron están de acuerdo en que las obras o, por lo menos, un gran número de ellas, quizás con excepción de la de Akapana y acaso de otras de construcción anterior, nunca fueron terminadas y su ejecución quedó abruptamente inconclusa.

Su escultura está representada por sus monolitos de gran tamaño y de carácter monumental, tal como la podemos apreciar en los monolitos de El Fraile y el de Bennet. El primero está esculpido en arenisca y la figura es de 2.80 metros de alto por sensenta centímetros de espesor; el de Bennet, a su vez, también está esculpido en arenisca, tiene 7.30 metros de alto en total, ocupando sólo la figura 5.30 metros por 70 centímetros, pesa 17 toneladas y representa a un ser antropomorfo que sostiene un vaso en una mano y en la otra aprisiona una extraña figurilla.

En cuanto a cerámica, es incisa, los vasos son de regular tamaño, de paredes gruesas, pintados de rojo, anaranjado, marròn y blanco. Los motivos o adornos representan al cóndor, felino y la serpiente, utilizando, además, el signo escalonado como figura geométrica. Las formas predominantes son el Kero y el Pebetero.

El Kero se fabricaba principalmente de madera o de arcilla rematada en bordes de madera. Consiste en un gran vaso, cuyos lados son casi perpendiculares en la mitad inferior de su altura. Luego van ensanchándose gradualmente hasta su borde superior, cuyo diámetro alcanza el doble del de la base. Algunos tienen una acanaladura horizontal por dentro, que se refleja en un borde hacia afuera. Unas veces está este reborde en el centro de la vasija, otras más arriba o abajo. Suele también llevar el Kero modelada una cabeza de puma o de ave o también un rostro humano.

El Pebetero, por lo general, tiene la forma de un felino con el lomo abierto. Era un huaco ceremonial porque servía como incensario en los templos ya que llenaban su abertura con hojas aromáticas que al arder esparcían su perfume.
Fue además un pueblo agrícola y ganadero que industrial o guerrero, el hombre del Tiahuanaco mostró pocas actividades en el campo de la metalurgia, trabajando el oro y la plata con los que confeccionaron algunos objetos como orejeras, brazaletes y otros objetos ornamentales pero de ejecución un tanto rústica, ya que la orfebrería no fue el carácter principal de esta cultura sino más bien la lítica o el trabajo sobre la piedra.

Estado colonizador
Antes que un gran imperio conquistador, Tiahuanaco debió ser un estado expansivo con dominio sobre muchos territorios, esto es, un estado colonizador más bien que uno de carácter imperialista. Si nos atenemos a las informaciones que tenemos sobre los reinos altiplánicos posteriores y su organización, y a la semejanza de su estructura con la de Tiahuanaco en su máxima expansión, encontramos una imagen muy particular de un Estado colonizador, que se preocupaba por conquistar tierras no con el objeto de someter a los hombres que allí vivían sino con el de explotar ellos mismos las tierras para obtener los productos que su hábitat altiplánico no le permitía producir. El gran Estado Tiahuanaquense viene a ser, entonces, una gran metrópoli con otras ciudades menores del inmenso lago Titicaca, y una infinidad de enclaves dispersos en los valles de la costa cerca del mar, donde se producía el maíz, varias legumbres y se obtenía una gran variedad de peces y otros mariscos; dispersos en las quebradas intermedias de la sierra, donde también hay maíz del bueno y árboles frutales; y quizás incluso en la selva, donde a más de yuca o mandioca, se puede conseguir la coca.

Los tiahuanaquenses en esta expansión colonizadora entraron en relación con los pueblos de la región de Ayacucho. Allí se encontraron con una sociedad que había desarrollado mucho, tecnológica y socialmente, que fueron los Huarpas, de tal modo que de la coexistencia de ambas surgió una nueva sociedad y una nueva cultura: la cultura Wari.



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