Descubriendo los Orígenes y la Cultura del Café a Través de los Siglos
El café es una semilla del cafeto, un árbol o arbusto de la familia de las rubiáceas y cuyo nombre engloba diversas especies del genero Coffea L. La planta es oriunda de la región de Kaffa, en el sudoeste de Etiopía. Se sabe, por distintos testimonios, que el uso de granos de café ya era común en el silo VIII, primero como alimento y después como base de una bebida fermentada. Hasta el siglo XV la planta sólo era conocida en África Oriental, pero paulatinamente su cultivo se extendió por Asia. También se consumía, en pequeñas cantidades, en Turquía y Arabia. En el siglo XVII el café llegó a Europa y de allí fue llevado a distintas regiones del globo: Java, Guayana, Brasil y Jamaica.
El cafeto es un árbol de forma piramidal que puede alcanzar una altura de cuatro o cinco metros. Sin embargo, en las plantaciones se lo mantiene un poco más abajo por medio de podas para favorecer la producción. Sus hojas son persistentes, de color verde oscuro y lanceoladas. Miden unos doce centímetros de largo y seis de ancho. En la época de florescencia, surge un racimo de pequeñas flores blancas en la base del pecíolo de las hojas, con un perfume similar al del jazmín. Las flores fecundadas se transforman en frutos reunidos en racimos (entre nueve y veinte por cada inflorescencia).
El fruto del cafeto es una drupa ovoide denominada cereza porque su aspecto recuerda el del fruto del cerezo. Se compone de una cáscara, una pulpa rica en sustancia azucarada y dos grandes semillas (granos), cubiertas por un tegumento plateado llamado pergamino. Dentro del fruto hay dos semillas con forma de cúpula, con las caras planas en contacto y separadas por un profundo surco.
Generalmente el café se reproduce por semillas. Los mejores suelos para el cultivo del café son los ricos en sustancia orgánica. El clima debe ser equilibrado: ni demasiado cálido ni muy frío. La altitud más adecuada para la planta oscila entre los setecientos y mil ochocientos metros. El cafeto inicia su producción al tercer año y alcanza su máximo rendimiento a los siete u ocho años. En esta etapa, que se prolonga hasta el duodécimo año, es capaz de producir un kilo de café. Después de treinta o cuarenta años, la planta se considera agotada.
La maduración de los frutos no es uniforme y se prolonga durante unos tres meses. Esto significa que los recolectores deben recoger varias veces los frutos de una misma planta. La recolección se realiza a mano. Después se introducen en depósitos de agua para separar los verdes de los maduros por un proceso de flotación. A continuación, siguen el despulpado, la fermentación espontánea y el lavado. Una vez que se ha conseguido el grano sin aditamentos, éste es sometido a un secado (se lo expone al sol o al calor de estuías).
Después se separa la cascarilla de la semilla, que tiene un color gris o verde, y por último se efectúa una clasificación antes de envasarlas en bolsas. En esta etapa, los granos poseen un sabor amargo y no son aptos para ser consumidos. Por eso se les aplica un proceso de torrefacción mediante el cual pierden peso, y adquieren el aroma y el sabor que les es típico. Cuando se agrega azúcar, el resultado es el café torrefacto.
En conclusión, el café, una de las bebidas más populares y apreciadas en todo el mundo, tiene una historia fascinante que se remonta a siglos atrás. Originario de la región de Kaffa, en Etiopía, el café ha recorrido un largo camino desde su descubrimiento inicial hasta convertirse en un elemento central de la cultura y la economía global.
Desde sus humildes comienzos como una simple semilla en el fruto del cafeto, hasta su transformación en la bebida aromática que todos conocemos y amamos, el café ha sido objeto de cuidadosos procesos de cultivo, cosecha y preparación a lo largo de los años. Desde África hasta Asia, Europa y más allá, el café ha dejado una marca indeleble en la historia y la cultura de muchas sociedades.
El cafeto, con su elegante forma piramidal y sus fragantes flores blancas, es la fuente de esta preciada semilla. Los agricultores cuidadosamente cultivan y cosechan los frutos, conocidos como cerezas, para extraer los valiosos granos que yacen en su interior. A través de un proceso meticuloso que incluye la fermentación, el secado y la torrefacción, los granos de café adquieren su distintivo aroma y sabor, listos para ser disfrutados en una taza caliente.
Pero el café es más que una simple bebida: es un vínculo que une a las personas de diferentes culturas y tradiciones en todo el mundo. Desde las cafeterías de París hasta los mercados de café de Etiopía, el café ha sido un lugar de encuentro para amigos, familiares y extraños por igual. Su aroma tentador y su sabor robusto han inspirado conversaciones, reflexiones y momentos de conexión a lo largo de la historia.
A medida que miramos hacia el futuro, el café continúa desempeñando un papel importante en nuestras vidas y en la economía global. Desde el comercio justo hasta la agricultura sostenible, la industria del café está evolucionando para adaptarse a los desafíos del siglo XXI y para garantizar un futuro próspero tanto para los productores como para los consumidores.
En última instancia, el café es más que una simple bebida: es una experiencia que nos une en un sentido de comunidad y disfrute compartido. A medida que continuamos explorando los secretos del café, desde el grano hasta la taza, recordemos siempre apreciar y celebrar la rica historia y la cultura que rodea a esta preciada bebida.
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