Los vegetales y el suelo

Importancia del suelo

Las plantas necesitan del suelo para alimentarse y como medio de sostén. El suelo puede sufrir alteraciones en su composición o su estructura debido al agua y el viento. Ese desgaste, llamado erosión, suele ser de consecuencias más graves cuando el terreno no cuenta con árboles que le sirvan de protección y cuando el hombre lo somete a una continua explotación, sin variar los tipos de cultivos. En tales casos, es la capa fértil del suelo la que se empobrece.

Para evitar los problemas derivados del cultivo intensivo, los agricultores rotan los cultivos -alternando año tras año las especies que se siembran en un terreno- y abonan la tierra con fertilizantes químicos, para renovar los nutrientes perdidos. Pero en el caso de los fertilizantes debe evaluarse detenidamente su acción de aplicarlos, pues muchas veces contienen elementos tóxicos, contaminan las napas de agua y matan microorganismos y pequeños animales, dañando incluso a los mismos vegetales que después consumirá el hombre.



Existe otra forma de recuperar el terreno, que es el empleo de fertilizantes orgánicos (compost, estiércol y ciertos residuos degradables). Estos elementos se emplean en la producción orgánica de verduras y hortalizas.

La composición del suelo, el suelo en sí, es una delgada capa de la corteza terrestre, modificada por diversos agentes climáticos y por la acción de distintos organismos. Está constituido por partículas minerales, materia orgánica, agua y aire.

En un corte vertical, se puede observar que el suelo se dispone en capas superpuestas llamadas horizontes. Por debajo de esos horizontes está la roca madre o material original del suelo, antes de sufrir modificaciones.



El pH del suelo, se conoce como acidez o pH -potencial hidrógeno- del suelo a la escala numérica que permite medir la concentración de iones de hidrógeno. Los iones son agrupamientos de átomos con carga eléctrica que pueden otorgar a las soluciones químicas la propiedad de ser buenas conductoras de la electricidad. La escala de pH, que va de 0 a 14 sirve para calcular determinadas características de los suelos.

La relación entre las plantas y el pH del suelo es, realmente, una interacción. Por un lado, el grado del pH influye sobre las plantas y otros organismos que hay en el suelo; por otro, el pH es influido por esos seres vivos. La solubilidad -capacidad de una sustancia para disolverse- de los minerales, por ejemplo, varía en función del pH.

La importancia del pH para la planta radica en que ésta sólo puede absorber los minerales solubles, no los insolubles.



¿Cuáles son los tipos de suelo?
Los tipos de suelo, en función del volumen, poseen dos componentes comunes que son la arena y la arcilla. Es común que se encuentre un elevado porcentaje de arena, una proporción menor de arcilla, de sustancias calcáreas y de humus o materia orgánica. Al variar las proporciones de cada componente los suelos pueden ser más livianos o arenosos, más pesados o arcillosos, calcáreos y humíferos.

El suelo, en su proporción ideal, debe estar compuesto por partículas de variados tamaños, con abundante humus para retener el agua y suministrar alimento a las plantas. Estas particularidades hacen fundamental la presencia de humus, para que el suelo sea el adecuado y facilite las labores agrícolas. Otro tipo de suelo es el formado por rocas calizas. Su principal componente, el carbonato de calcio, es soluble en agua. Eso hace que los suelos no sean consistentes.

Cada planta en el suelo adecuado, las sustancias que son más necesarias para el desarrollo de los vegetales son el nitrógeno, el fósforo y el potasio. El nitrógeno favorece el crecimiento de las hojas; el fósforo actúa sobre la raíz y los frutos, y cuando su presencia es excesiva la hace madurar prematuramente. Estimula el crecimiento de la planta y sus resistencia a sequías, enfermedades y temperaturas extremas.

Los fertilizantes, estos pueden ser de dos clases: los fertilizantes orgánicos (derivados de residuos animales o vegetales, o productos de desecho) y los fertilizantes inorgánicos. Estos últimos pueden ser sintéticos (por ejemplo, el sulfato amónico) o naturales (como la potasa), que utiliza directamente como se extraen de la mina. El superfosfato es un ejemplo de fertilizante elaborado tratando químicamente minerales naturales (fosfatos). Algunos fertilizantes orgánicos (por ejemplo, la sangre desecada) proporcionan solamente nitrógeno, mientras que otros son abastecedores de nitrógeno y fosfato (como la harina de huesos).

Lo mismo ocurre con los fertilizantes orgánicos. El sulfato amónico proporciona solamente nitrógeno, y el nitrato potásico, además de nitrógeno, abastece de potasio. El fosfato mineral y el superfosfato suplementan sólo fosfato, aunque el primero es insoluble y el último soluble en agua. El sulfato potásico proporciona solamente potasio.


Plantas superiores e inferiores

Formas de reproducción de las plantas

En circunstancias normales, todos los seres vivos se reproducen; es decir, dan origen a otros individuos de características semejantes. Eso hace posible la perpetuación de cada especie existente.

En las plantas superiores se observan dos formas diferentes de reproducción: la sexual y la asexual o vegetativa.

La reproducción sexual; la flor está dotada de un órgano femenino, el gineceo, y otro masculino, el androceo. Ambos intervienen en la reproducción sexual, que da origen a las semillas. En el androceo se encuentran uno o más estambres. Cada estambre consiste en un filamento, en cuyo extremo hay un abultamiento llamado antera. Allí se ubican los sacos polínicos, que elaboran los granos de polen. Estos granos son partículas muy pequeñas, que en las flores más comunes pueden ser observadas como una suerte de polvillo amarillento o coloreado.

Para que la fecundación se produzca, los granos de polen deben llegar al gineceo. La estructura de este último está formada por hojas modificadas, llamadas carpelos, y consta de tres partes: ovario, estilo y estigma.

En el ovario crecen óvulos (que darán origen a la semilla). El estilo es una estructura en forma de tubo que conecta el ovario con el estigma, lugar donde se posa el grano de polen en la fecundación. El estigma secreta sustancias que retienen el grano de polen y lo nutren para que pueda germinar. Del grano se desprende entonces una prolongación, el tubo polínico, que atraviesa el estilo y penetra en el ovario. Por ese conducto emigra el núcleo generativo, que se divide en dos células sexuales o gametos masculinos. Cuando uno de éstos se une a la oosfera -el gameto femenino, situado dentro del óvulo-, se produce la fecundación y comienza a diferenciarse el embrión de la semilla. La otra parte del núcleo generativo se fusiona con los núcleos secundarios que posee el óvulo para formar un tejido nutritivo que alimentará al embrión.

Posiciones del ovario

Las flores no son todas iguales en cuanto a su morfología: algunas son completas o hermafroditas; otras pueden carecer de gineceo (se las denomina flores masculinas), o bien de androceo (flores femeninas). También pueden faltar ambos: en ese caso las flores reciben el nombre de neutras. Éste es uno de los motivos por los cuales algunas flores no se autofecundan sino que realizan fecundación cruzada (entre dos flores de la misma especie).

Tipos de estambre

Polinización
Para que se produzca fecundación cruzada, el polen debe llegar hasta otra planta. Para ello se vale del viento, del agua, de los insectos y de las aves. En función de esas características se distinguen tres tipos de polinización: anemófila, hidrófila y zoófila.

En la polinización anemófila, los granos de polen son transportados por el viento, y quedan dispersos en el aire. Al descender, se posan sobre distintas superficies, incluso flores, alguna de las cuales será la adecuada.
La polinización hidrófila es la que tiene lugar a través del agua. Sólo se da en unas pocas especies vegetales acuáticas. En este caso el polen tiene aspecto filamentoso.

La polinización zoófila se produce por la intervención de animales. Es ornitófila si intervienen aves, o entomófila, cuando participan insectos.

Las plantas inferiores carecen de flores y de semillas. La forma más común de multiplicación de algas, musgos, hepáticas, equisetos, licopodios y helechos es el desarrollo de unas células especiales llamadas esporas. De todas formas, la reproducción por esporas no sustituye  por completo a la sexual; lo habitual es que ambas se alternen en dos generaciones sucesivas de una misma planta.



Reproducción por esporas
La espora es una célula reproductiva que posee la propiedad de dar origen a un nuevo organismo sin la intervención de otra célula. En ese aspecto, es lo opuesto del gameto, una célula que es necesariamente masculina o femenina y, por esa razón, necesita fusionarse con otra del sexo opuesto, en el proceso que se llama fecundación.

Las esporas cuentan con mecanismos de adaptación al medio: algunas están recubiertas por membranas que las protegen del aire, y otras tienen flagelos para desplazarse por el agua. La forma más compleja de reproducción por esporas es la de los helechos.



Las briofitas
En los musgos y las hepáticas, pertenecientes a la subdivisión de las briofitas, el ciclo se origina con la germinación de una espora, que da origen a la planta, donde se forman dos tipos de órganos: los anteridios y los arquegonios, responsables de la producción de gametos masculinos y femeninos. La unión de ambos sólo se produce en presencia de agua; por eso los gametos masculinos están adaptados para nadar hacia los femenino. El cigoto o huevo origina una plantita en forma de filamento. Ésta crece sobre la anterior. En el extremo de cada filamento se genera una cápsula. En su interior crecen las esporas, que, de germinar, reanudarán el ciclo.

Las talofitas
La reproducción en las talofitas presenta enormes variaciones. Algunas especies se reproducen por división del cuerpo vegetativo o talo; otras, mediante esporas que son arrastradas por las corrientes de agua.

En determinadas especies, una generación se reproduce por medio de esporas y la siguiente, por la unión de dos gametos.

Reproducción asexual
La reproducción vegetativa o asexual de las plantas superiores es más sencilla que la de tipo sexual. Se produce a partir de tallos que, desprendidos de brotes o yemas de una planta, permiten la formación de un nuevo individuo. Esta clase de reproducción es muy eficaz para la rápida propagación de la planta. También facilita la reproducción de ciertas especies en ambientes donde sólo periódicamente pueden germinar las semillas.

Aprovechando estas características, el hombre ha podido desarrollar cultivos de plantas alimenticias u ornamentales genéticamente iguales a una planta madre que posee las propiedades óptimas de acuerdo con el objetivo deseado. De esa manera, se propagan artificialmente muchas plantas, mediante la plantación de esquejes -trozos de tallo- en otro medio, o por el procedimiento llamado injerto, que, básicamente, consiste en la inserción de un esqueje en el tronco de una planta leñosa, como ocurre con muchos árboles frutales y rosales, o bien por acodos, en los que se utilizan tallos o ramas.



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